Naturaleza mágica .-. El bosque
[ Lucía asistió al curso de 'Natulaleza Mágica'. Éste es su viaje. ]
TERCER ACTO
El Bosque
El primero -el de las hayas- fue alucinante, realmente mágico. Pasé toda la noche en vela sin poder cerrar los ojos un segundo lo que estaba viendo no podía ser cierto: todo el bosque estaba en 3D, parecía estar en el cine viendo “avatar” las ramas eran fluorescentes y cambiaban constantemente, formaban figuras que se movían de un lado a otro, me parecía estar en un mundo encantado, irreal, maravilloso…
Desde luego el sitio en el que estuve fue un asiento VIP de primera fila, que por cierto no lo elegí yo – fue una especie de mariposa nocturna muy grande que se me ponía en el hombro y en la nariz y no dejaba que me moviera, del hombro volaba a una roca y de la roca a mi nariz, y así un montón de rato; cada vez que me daba la vuelta para buscar algún sitio donde ponerme, la mariposa tiraba de mí, me hacía dar la vuelta y me señalaba la roca y volvía a mi nariz, hasta que entendí que quería que me quedara en ese sitio. Cuando me instalé y empecé a mirar, comprendí que era el sitio perfecto y yo tenía que estar allí. Las rocas que se trasformaban en el guardián del lugar iban cambiando; por momentos se convertían el animales, en esfinges, en humanos, según les daba la luz de la luna llena que la tenia justo a mi lado y la fui viendo a medida que iba subiendo, esos reflejos de luz jugaron con las ramas y ¡fue LA LECHE! INEXPLICABLE, INCONTABLE. ¡Qué noche pasé más fantástica! No me levanté cansada, ni con sueño, estaba pletórica y feliz. Cuando vi el bosque de día me enamoró aun más.
La bajada a las entrañas del árbol centenario también fue especial. Superé el miedo y bajé. Cuando oí la posibilidad de que darse a pasar la noche allí dentro quise quedarme yo, pero la inseguridad y el miedo aparecieron de nuevo y la fastidié. Más tarde supe que tenía que haberme quedado y me arrepentí, hubiera hecho un buen trabajo… que quedaba pendiente hasta que se presentará la siguiente ocasión.
Despedida del bosque
Había sido una noche extraña, con muchos cambios, sin encontrar mi lugar, estaba furiosa por no haberme quedado bajo el árbol, tenía todo el interior revuelto. Mientras los demás desayunaban y recogían las cosas para marchar y como no tenía ganas de comer me fui a pasear un poco hacia el bosque. Una fuerza interior me arrastró hacia un árbol centenario que había muy cerca. Este momento todavía no soy capaz de recordarlo sin que aparezcan las lágrimas en mis ojos, no puedo evitar dejar de llorar cada vez que pienso en ello.
Me obligó a sentarme en sus enormes raíces llenas de musgo y vida. De repente siento que me hundo y me fundo en su tronco y entro a formar parte de él y las raíces que eran gordas como brazos, se separaron de la tierra y del tronco y me empezaron a abrazar con tal fuerza y cariño que los sentía parte de mí. ¿Qué me está pasando? -pensé yo-, y arranqué a llorar con un sentimiento muy fuerte que no podía controlar; no quería irme de allí, estaba en casa, en mi casa, esos árboles, ese bosque eran mis hermanos, era mi familia. Yo pertenecía a ese sitio, ellos y yo éramos uno y el amor que yo sentía era más fuente y profundo que el que he sentido nunca por mi familia. Sentía los árboles, me hablaban todos y me decían que eran mis hermanos, que era mi lugar. Fue un momento mágico pero estaba triste porque tenía que dejarlos y no quería marcharme, me hubiese quedado para siempre. No podía dejar de llorar de amor, de tristeza, todo mezclado, estaba llorando a moco tendido y veo a mi lado rozándome la pierna un lagarto grande verde mirándome fijo con la cabeza levantada. Ni me asusté. No podía ni moverme porque estaba petrificada dentro del tronco. Lo miré yo también, era como si lo conociera de siempre, y a pesar de los gritos que yo daba no se asusto ni se fue, se quedó allí conmigo, hasta que me levanté. Después una pluma me cayó del árbol encima del pecho. La guardé con mucho cariño y cuando me fui calmando, oía que teníamos que marcharnos.
Me despedí con todo el dolor de mi corazón, acaricié el tronco y se me quedó un trozo de su piel (corteza) pegado en la palma de mi mano, toma, es como una foto de tu hermano para que la pongan en casa y te acuerdes de nosotros… Y aquí la tengo en casa como las otras fotos, y cuando la cojo y la miro vuelve mi amor y pena de no estar con ellos.
Quizá parezca cursi o tonto, pero es así cómo fue, cómo pasó y como lo viví.
Gracias Miyo por existir y por enseñarme esos lugares tan especiales.
Con cariño,
Lucia
.-.-.-.-.-.-.-.-.-.