7 de Marzo: Criando monstruos


Se trata de mirar con objetividad la situación de la juventud en nuestros días, o incluso de la infancia, sin dejarnos intimidar por los principios académicos y las investigaciones y declaraciones pseudo científicas. Todas ellas financiadas por los dólares de los grandes consorcios farmacéuticos, que recogen sus beneficios de expandir la enfermedad y crear alteraciones colaterales, creadas por el propio hecho médico. Lo que está sucediendo en nuestra cultura si que es un verdadero holocausto, y no la basura urdida por los sionistas sobre los millones de judíos que murieron en la segunda guerra mundial (empezaron por quinientos mil en los sesenta que seguramente fueron masacrados, y acabaron por seis millones en los noventa, con la coña de que los judíos europeos no disminuyeron sensiblemente después de la guerra).

Un conjunto de degenerados locos de ambición y poder están acabando a través de los compuestos químicos o bioquímicos con la salud de la humanidad (técnicos de los laboratorios merck han reconocido que extendieron plagas, epidemias y hasta virus de algunos tipos de cáncer —los hay— dentro de sus vacunas). Ya ha pasado el tiempo de que vayamos como borregos al matadero, es esencial que reaccionemos y saquemos a la luz la ignominia de esta situación, avalada por la ciencia de turno. Hay mil situaciones inhumanas como el hambre; las guerras de limpieza étnica; la falta de agua y alimentos en muchas partes del planeta; la explotación de menores para la guerra, la prostitución o la pornografía; la vergüenza de los experimentos con seres humanos y el encubrimiento tecnológico de la guerra de las galaxias, etc.

Pero también están los drogadictos institucionales creados por los padres de aparente buen sentir, que llevan a sus hijos al psiquiatra porque son hiperactivos, porque no tienen tiempo para ellos, porque se aburren en las tediosas escuelas de clonación, porque corren riesgos, etc. Cierto que antes ellos mismos están dopados de valium, de prozac, de haloperidol y demás hermanastros químicos. Pero lo que resulta aberrante es que conviertan a los chavales en zombis vivientes drogados con el ritalín de los huevos, y encima devuelvan miradas de agradecimiento al mundo médico por haber anulado la voluntad y bloqueado la energía desbordante de sus hijos. ¡Basta de autoridades que determinen lo que es bueno y no lo es!

El buensentidodananda es el mejor gurú que podemos consultar, y en caso de que exista la menor duda hay que confiar en la perfección del espíritu y en el camino natural de no intervenir, dar amor y aceptar, y dejar que las cosas corran a su ritmo. Es hora de comprender que la simple acumulación de datos y la disciplina del miedo y del orden a ultranza sólo sirven para degenerar la conciencia de nuestros hijos.

Ellos tienen edad de disfrutar y de probar la felicidad y la libertad, porque de otra manera se convertirán en violentos marines y en mentes conservadoras o en el otro extremo, en terroristas sin control. Basta de enseñar que sólo el dinero, el sexo jadeante, el riesgo máximo y el poder son signos de éxito. Basta ya de creer que cualquiera es un enemigo y que hemos de luchar contra otros sin descanso para sobrevivir, en vez de asumir de manera natural que hemos de gozar a su lado. Basta de etiquetar lo mejor de la rebeldía del ser humano y sus más nobles ideales para crear un nuevo futuro como enfermedad social.
Más cariños y caricias a los niños; más paseos por la naturaleza, baños de sol y de agua fría, y contacto con el mundo animal; evitar los excesos de azúcar que excitan al sistema nervioso; más alimentación sana y no violenta, sin comer animales de sangre caliente; enseñarles a respirar en vez de operarles las amígdalas; enseñarles la postura correcta y la focalización del pensamiento; valorar otras inteligencias y no sólo la numérica o memorística (la empatía, la capacidad para hacer amigos, la creatividad fuera de la norma, la capacidad de sanación, la alegría y el discurso fluido, etc). Se trata de encontrar soluciones naturales y de confiar en la propia naturaleza de los hijos, dejando a un lado esta absurda moda de colgaos que es el ritalín y derivados, que sólo existen para la paz del prominente ombligo de sus padres.

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