5 de Agosto: Lo femenino como un paso de lo invisible a lo visible

La conciencia crística es el espíritu descendente, la energía trina que transmuta la dualidad en conciencia. Para que pueda manifestarse hay que activar la energía femenina del mundo. Todo empieza por la oscuridad y no por la luz del sol. Primero saca alguna piedra preciosa de tu cueva interna, paga el precio de transformar tu sombra y asume relajadamente lo insoportable. Has de volverte maestro de tu plexo solar y no dejarte arrastrar por la angustia, la locura o la agresividad. Sin energía femenina en el hombre o en la mujer, que es el motor activo del cambio evolutivo, no hay descenso del espíritu. Si sólo enfocas lo visible, la luz del sol, lo que está ordenado, la jerarquía, la superficie de las cosas (energía masculina)… nunca alcanzarás el corazón de la materia.

Tienes que comenzar por la luna que es el sol de la noche, que es profunda e intuitiva. Sin ese paso te será imposible introducir la conciencia supramental en la materia viva, en el corazón de la célula. Así que avanzando desde lo femenino a lo masculino, desde lo invisible a lo visible, somos capaces de relacionarnos con ambos desde un vértice superior, formar una trialidad, un triángulo que permita el descenso del espíritu desde el vértice superior. Este es el sentido de la tercera fuerza, de la trinidad espiritual, de la trialéctica que une los contrarios en vez de enfrentarlos como sucede con la dialéctica. Superados los opuestos desaparecen el bien y el mal, la paz y la guerra, la unión y la separación, la libertad y la esclavitud, la pobreza y la riqueza, la salud y la enfermedad, la mujer y el hombre. Todo es divino y en cada experiencia hay una lección para quien la experimenta que ha sido creada por su ser para ampliar su nivel de conciencia. Así la conciencia crística expande la vida divina sobre la Tierra. No hay juicio, sino amor, compartir, alegría de vivir y visión lúcida.

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