29 de Marzo: Viviendo el ahora


Cuando todo comenzó hace eones y ensoñamos los caminos que seguiría la tierra y el ser humano a lo largo de futuros milenios, trabajábamos en el primer círculo de la creación y no teníamos cuerpo físico, es más ni siquiera la tierra había adquirido una densidad semejante a la actual. Teníamos ciertos dones espirituales y capacidades creativas, que hubo que dejar a un lado cuando por fin llegó el momento de pasar al otro lado del velo y experimentar lo que habíamos creado. Todo quedó encerrado en el núcleo de la dualidad (bueno y malo, luz y oscuridad, esto y su contrario), ya que las energías de la tierra y del universo físico se encontraban fuera de todo lo que es, y por tanto en un cierto vacío que teníamos que transformar en realidad. Nos proyectábamos en el futuro e íbamos creando el mañana a partir de nuestras memorias.

Hoy nos encontramos en el segundo círculo de la creación, en el que nuestra misión es transmutar la nada de las emociones en una nueva realidad de alta frecuencia. Ya no sirve proyectarse en el futuro, tenemos que vivir el eterno ahora sin caer tampoco en el lado contrario, el de tener miedo al mañana. El instante sagrado está fuera de juicios y de deseos, sólo cuenta el ser experimentando la calma y el amor. Ni retoma el pasado ni se proyecta en el futuro, simplemente está inscrito en el eterno presente, que puede durar horas o unos pocos segundos. El presente siempre disfruta de altas frecuencias y atrae lo que necesitamos cómo más apropiado para nosotros. Ya no hay que salir de caza para alcanzar la riqueza, el amor o la felicidad, no más visitar un futuro aún no existente y crear una nueva realidad dentro de él.

La luz y la oscuridad son como las dos puntas de un diapasón que vibran a diferente intensidad y frecuencia, más o menos en una proporción de uno a dos tercios. En ciertas vidas la oscuridad fue el doble que la luz y en otras al revés. Se planificó que fuera así para evolucionar y jugar con la dualidad, para penetrar profundamente en los secretos de la luz y de la oscuridad. Pero una vez alcanzado el tiempo eterno, las dos energías vibran en la misma frecuencia, algo así como armónicos en distinta octava, y están equilibradas a partes iguales en la vida humana. Hasta que la dualidad vibre dentro de un espectro de armonía, belleza y felicidad, que será el momento en el que recuperaremos la estabilidad perdida. Los dos extremos se afinarán al unísono dentro del adn y todo lo que sea necesario se manifestará en nuestra vida, además de la sanación, la prosperidad y el rejuvenecimiento celular.

Simplemente deja las emociones y el pasado y ánclate en el momento presente. Eso es todo para cambiar la naturaleza de la dualidad que siempre ha formado parte de nosotros. Dejaremos el dos y pasaremos al cuatro que es su cuadrado, el símbolo de la madre tierra. No desaparecerá la dualidad pero seremos capaces de ir más allá de ella. Las leyes siguen siendo aceptar las cosas como son, aceptarse a sí mismo sin ideales externos y vivir el presente.

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