27 de Marzo: La alquimia del futuro: ormes
Es hora de que la intuición y la conciencia despierta puedan introducirse en la física de las partículas subatómicas, y toda la teoría cuántica apoya esta demanda. Podemos comprobar el enorme rodeo que ha dado la ciencia académica para llegar a las mismas conclusiones que ya describían hace milenios, con palabras simples y alegorías, las culturas vedanta, tántrica o taoísta. Hace unos quince años el físico david hudson descubrió en algunos metales de transición (rodio, rutenio, paladio, plata, platino, oro, iridio y osmio) unas formas atómicas que llamó ormes (elementos monoatómicos de orbitales modificados). Son estables, con mucha vibración y baja energía, así que dejan de reaccionar químicamente como metales y se vuelven superconductores.
Lo increíble es que los ormes son la antigua piedra filosofal de los alquimistas (el pan de oro, el maná, el elixir de la vida, el mofkozt egipcio). Es un polvo blanco que no reacciona químicamente, que cambia mucho de peso según varía la temperatura, y que llega a levitar arrastrando consigo a su contenedor. A veces desaparecen en una luz intensa o se hacen invisibles, pero su superconductividad los hace esenciales en la salud, en la electrónica, en la generación de energía, en el transporte… Se encuentran en las aguas salvajes y en ciertos vegetales, y su presencia en los seres vivos es lo que permite ciertas manifestaciones cuánticas. Se encuentran en el aloe, en la espirulina, en las uvas, en la zanahoria, en los arándanos, en el ginko bilova, en el tabasco, en el cartílago de tiburón, etc. También en el kabuchi (hongo chino), en el aceite de linaza, las almendras, las semillas de albaricoque y el berro.
Muchos de estos elementos tienden a convertirse en oro, que es el más estable, y lo hacen a través de su exposición a la luz solar. Están presentes especialmente en el agua del mar y se han hecho muchas investigaciones en el mar muerto por ejemplo. Hay muchos tipos de ormes y cada persona necesita el suyo.
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