24 de Noviembre: Una corriente sin fin


Krishnamurti
insiste en la necesidad de un pensamiento despierto y un corazón flexible para tomar conciencia y sentirse en armonía con el continuo flujo de la realidad. Porque lo real se derrama y circula sin descanso, existe en un puro movimiento, se transforma ante nuestros ojos. Por ello cuando la mente está atada a la creencia y se identifica al saber y al prejuicio, no puede acomodarse al sutil y veloz movimiento de lo que es, que se mueve constantemente al ser observado. Una mente y un corazón que están secos no pueden seguir la circulación de la vida, el pálpito de todo-lo-que-es.

Ser armonioso es acomodar todos los aspectos del ser en un equilibrio dinámico. Para lograrlo, lo esencial es poder comunicarnos con el cuerpo, la mente y el alma. La conciencia celular por ejemplo nos fuerza a actuar de manera automática ante los estímulos del entorno. Recuerda lo que en otro tiempo nos sirvió para salir de los problemas y quiere repetirlo sin descanso para obtener seguridad. Utilizamos la técnica de testar para establecer relación con el cuerpo. Para comunicarnos con la mente consciente utilizamos el pensamiento y la palabra hablada o también los mensajes o los libros. Por último podemos acceder a la conciencia del alma practicando la meditación, confiando en la intuición y especialmente utilizando el propósito o intento.

Como tanto el cuerpo como el alma son perfección de dios y están en contacto permanente con la sabiduría universal, sin necesidad de la mente consciente, cualquier método que usemos a nivel corporal (pulso, péndulo, test muscular…) nos da acceso a la conciencia del alma. Sólo hay que aprender a preguntar, confiar, entrar en el silencio de la mente y asumir la perfección de nuestro verdadero ser. Así, con la ayuda del alma y a través del cuerpo, sabremos dónde mora la desarmonía en el sistema y qué necesita la persona para recuperar su equilibrio perdido.

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