24 de Agosto: El peregrinaje sagrado
De todas las actividades naturales y espontáneas de los pueblos indígenas en relación con el movimiento: caminar, danzar, correr… el caminar es la más elemental y profunda de todas ellas, que transforma el alma y nos revela nuestra pertenencia al mundo natural. Sólo con focalizar nuestra atención en el entorno, en el aliento, en los sonidos, olores, y sensaciones que nos rodean, cada encrucijada puede transformarse en una portal a lo desconocido, en un sendero lleno de signos y de mensajes de nuestra madre tierra.
Quizás incluso un día recibamos el regalo del silencio profundo, de la posibilidad de parar el mundo mientras estamos haciendo una caminata de poder en soledad y atención. De repente no es la cabeza la que funciona, sino que percibimos con el cuerpo entero, con la piel y los huesos, como si algo profundamente escondido hubiera despertado en el corazón de cada célula. Las flores nos reconocen y nos siguen la pista, los árboles nos envuelven con el aura de su copa, las aguas del río nos murmuran al pasar y nos enseñan canciones para realizar nuestros más profundos deseos. Muchas de estas bellas aventuras, vividas a lo largo de dos años de intenso trabajo y de grandes regalos, están descritas en el libro Devas y naturaleza mágica donde hay varios capítulos experimentales, llenos de técnicas y experiencias chamánicas, que realicé con la ayuda de un magnífico grupo de dos docenas de buenos guerreros y guerreras que me ayudaron en el empeño.
La clave no está en nuestro interior, ni siquiera en el poder de la naturaleza, sino en la sintonización armoniosa de ambos mundos, en la apertura al espíritu que todo lo engloba. Lo mismo que la belleza necesita de la conciencia humana para reconocerse a sí misma, muchas de estas manifestaciones del misterio nunca sucederían si no hubiera testigos para poder experimentarlas.
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