22 de Marzo: La danza de shiva nataraja


Según vamos compartiendo una cierta experiencia multidimensional con otro ser y vamos creando una nueva realidad a través de esta relación, profundizamos al mismo tiempo en nuestro propio auto conocimiento. La manera de comunicarnos es un punto esencial, sea a través de la palabra, de la música o de la transmisión mental telepática, y mientras estamos en este proceso de transmisión vamos intimando un poco más. Pero no basta con sintonizar mutuamente, también hace falta un objetivo común que permita el acto de creación conjunta, la materialización física de esas elevadas frecuencias espirituales que juntos compartimos.

Se dice que el espíritu creó dos seres de su esencia y que ellos fueron los que crearon el resto de todo lo que es, por eso la unidad, la dualidad y la multiplicidad (un complejo sistema de dualidades) son inherentes a la creación. La tensión de los opuestos permite la evolución y la exploración emocional, hasta que los dos vuelvan al uno, en su avance imparable hacia la armonía de la unidad (pasando por los conflictos que la individualidad y el hecho de ser únicos provoca). Shiva nataraja expande la creación a través de su danza cósmica, y en su unión con la shakti fusionan de nuevo lo masculino y femenino a través del ciclo de la creación.

Esta danza de dios/diosa constaba de tres fases o pasos bien estructurados. La primera de ellas era un baile hacia la armonía mutua, una búsqueda del retorno a la fuente espiritual donde aún eran uno. Se trataba de expandir la luz, el amor y la alegría a su alrededor, de verse reflejado en la pareja y de fundir sus cuerpos luminosos en una única irradiación solar.

La segunda etapa de la danza implica que soltemos el abrazo mutuo y nos separemos en dos seres con belleza propia e independiente. Ahora descubrimos lo que nos distingue, mientras que en el primer paso nos focalizamos en lo que nos asemeja. Esta fase, que se aleja de la unidad de dios, ve la aparición de muchas emociones, algunas de ellas consideradas como negativas (ira, angustia, posesividad, orgullo, celos…), que exigen un cierto control interno. La causa es que la moralina religiosa y social nos impide mantenernos serenos ante los dos aspectos de la dualidad, y acabamos considerando que lo claro y lo oscuro no son lo mismo en igualdad, y que toda oscuridad es mala.

Nunca podremos transcender la dualidad sin amar los dos lados de su manifestación por igual, sin danzar tanto en los momentos expansivos como en las etapas de contracción y cierre emocional. Ya que la música nos llevará de uno a otro estado de ser sin remedio. Así que en cualquier relación habrá enfrentamientos, frustración y dificultades, y cada una de ellas debe ser manejada con la elegancia de la estrella, sabiendo que de esa manera nunca se volverán destructivas.

La sombra nunca está separada de la luz, y no sólo hay que saber danzar la alegría, el orgasmo y la creación. También hemos de aprender a danzar el cabreo, la negatividad y la tristeza, y si lo conseguimos toda dificultad puede ser negociada en igualdad y sin crear rencor ni desestabilizar la relación de pareja. Dejemos el ataque y la defensa personal a un lado, sin caer en manifestaciones destructivas, y dancemos sin miedo los sentimientos que se manifiestan en la vida, liberando los obstáculos y dejando que el río de la energía fluya espontáneamente.

Sólo de esta manera podremos pasar al tercer y último movimiento, que es un regreso consciente a la unidad original, pero después de haber atravesado las turbulentas aguas de la separación y habiendo ascendido un paso más en la espiral evolutiva. Cada uno redescubre que desea fundirse en el otro, consciente y libremente, y que el aprendizaje de la crisis por la que han pasado les ha enseñado algo más sobre el ser, tanto en sí mismos como en la pareja. Si el aprendizaje es adecuado no habrá que pasar una y otra vez por allí de nuevo, creando un patrón destructivo que con los años es casi imposible disolver. Ambos habrán aprendido a través de la danza de shiva y shakti cómo ser ligeros y dejarse fluir sin oponer resistencia, alcanzando nuevos movimientos y giros en su mutuo juego, así como variadas y espectaculares conquistas internas.

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