22 de Diciembre: La belleza del ocaso
La estabilidad emocional es función de la calma y la confianza que podemos sentir entre el momento que estamos viviendo y la próxima experiencia que está llegando. Si no estamos centrados en el aliento, nos forzaremos al inspirar y suspiraremos al expulsar; si no mantenemos la actitud de alcanzar el bienestar físico, no sentiremos la llamada del cuerpo al pedir o rechazar alimento; si no confiamos en nuestra fuerza para vencer los obstáculos, no nos relajaremos lo suficiente ni podremos descansar profundamente en el sueño. La estabilidad emocional es fruto de la confianza que sentimos en nosotros mismos frente a lo nuevo que viene o la próxima experiencia que se acerca. Y esto exige el equilibrio de los dos hemisferios cerebrales, disolviendo las creencias rígidas y poniendo al ser en el control de nuestra vida.
Incluso aunque llegara un periodo de noche oscura (incomprensión, depresión, falta de sentido, indiferencia hacia el exterior y rechazo ante lo interno…), se trataría sólo de una etapa necesaria de la evolución del alma. Tenemos que confiar en que sólo llega lo que necesitamos para avanzar más rápidamente hacia nuestro destino. Hemos de aprender a ver en la penumbra, porque el despertar espiritual exige también que penetremos en las etapas depresivas del fondo del pozo, pues esta es la única manera de que podamos ayudar a otros cuando estén atravesando sus propios abismos. Muchas veces conectamos con momentos turbios del pasado y hemos de reconocerlos, esperando pacientemente a que el sol disipe las tinieblas. Se trata de flotar mientras nos absorben las arenas movedizas, ya que si luchamos nos hundiremos más y más.
En medio de la densidad hay que ir aligerándose poco a poco y, aunque salgamos embarrados, habremos alcanzado la orilla segura. Lo viejo de ayer trata de situarse en la vida de hoy y de eternizarse en las proyecciones del mañana. Por eso hay momentos para elegir un nuevo camino más lento que nos conduzca a la paz del corazón, sustituyendo lo conocido, lo viejo y desgastado, que va más rápido pero no lleva a ninguna parte porque le falta orientar su dirección a través del sentimiento.
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Muy bien, hermosas palabras.