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Experiencia Naturaleza Mágica

PRIMER ACTO
La Cueva
Hola Miyo,
Soy Lucía, hermana de Ina, (la que caminaba con los bastones) sé que es un poco tarde para mandártelo, pero…. Podría darte muchas escusas, pero todas se resumen en una: MIEDO e INSEGURIDAD.
Te contaría todas las experiencias ya que todas fueron maravillosas, a pesar del dolor y sufrimiento, al final fueron todas positivas. Pero dijiste que te contáramos solo las más importantes o significativas. No soy buena con las palabras (como Ina), lo mío son los sentimientos, el sentir las cosas, el notarlas en las entrañas, en la piel, en el corazón. A sí que te lo contare lo mejor que pueda, la verdad es que es muy difícil expresar con palabras esos momentos…
Desde que empecé el curso noté y vi muchas señales inexplicables que no entendía, pero que poco a poco, algunas se fueron aclarando. Una de las experiencias más fuerte y bonita fue en la cueva pequeña, la segunda en la que entramos.
Entrar en esta cueva no me dio miedo, no llevaba linterna pero se veía un poco, no era tan oscura y profunda como la primera, allí ya dejé todo el pánico posible, así que no podía ser peor. Nos sentamos frente a una pared preciosa, la cueva era muy húmeda y fría pero se estaba muy bien, me sentía cómoda y sin miedo. Empezamos a respirar y yo no conseguía respirar de la forma que indicaba Miyo, no me salía la respiración, no entraba “en trance”, no conectaba. Todos los demás empezaron a responder a las respiraciones con sus cosas, vómitos, toses, suspiros, gritos. Yo nada, me limitaba a escuchar y observar; entonces cambié la respiración a mi manera, hice dos o tres respiraciones a mi modo e inmediatamente entré en un estado de relajación y quietud inexplicable e incontrolable y de repente, noto como la fontanela se abre, pero de una manera especial y empieza a entrar mucha energía y muy fuerte que me fue corriendo por la nuca y toda la espalda, como si fueran rayos de electricidad, pero muy potentes, tenía todo el cuerpo lleno de electricidad muy luminosa.
Luego empecé a notar en toda la frente y por detrás una presión muy grande, como si se hinchara y se abriera más; era como si tuviera una corona alrededor de la cabeza, y de repente una explosión de energía blanca, un cambio de frecuencia, como un estallido y me meto en una bola blanca grande, y todo era pura energía, y dejo de ser yo, no me siento, no me noto, y empiezo involuntariamente a balancearme y cantar una canción india, de las que cantan los indios (y que yo no sabía), y cada vez con más fuerza y más fuerte y me veo danzando una danza india con más indios al rededor. En un momento de la canción -cuando estaba cogiendo fuerza y potencia- se me abre la boca sola, sin control, lo máximo que se podía y se queda bloqueada sin poder moverla, y empiezan a salir gritos en unos tonos altísimos y de una manera incontrolada que me sale del vientre con mucha fuerza (y desde luego mía no es, jamás he podido gritar y menos con esa potencia) y no se me acababa el aire, como si no necesitara respirar. Era la primera vez en mi vida que esos gritos salían de mi garganta, y lo hacía sin esfuerzo alguno, como naturales y también salieron aullidos de lobo, y era el lobo, sentía estar dentro del él y me veía lobo. Los gritos eran liberadores, bonitos, no eran gritos de miedo, no había angustia, ni pena, era maravilloso, no había dolor, salieron solos de mi boca. Estaba dentro de una especie de bola de energía blanca muy luminosa… y poco a poco muy suavemente se fueron acabando los gritos, se me cerró la boca y ya no salían más, no quedaba nada más en mi vientre. Me quede muy relajada y con una gran corriente de energía, con mucha electricidad en las manos que podía encender una bombilla solo con tocarla. Eran rayos lo que tenía en los dedos y los veía claramente y temblaban sin control, no podía soportar tanta energía: me quemaba, me hacía daño, los dedos y manos se movían como locos, sin poder controlarlos pero con mucha seguridad mis manos se fueron a la garganta de mi hermana que estaba a mi lado, empezaron a descargar esa energía y temblaban todos los dedos y manos y hacían movimientos muy raros, como si sacara cosas de su interior, así estuve un rato hasta que se detuvieron y dejaron de temblar y se fue calmando la energía.
Luego me quedé con una paz inexplicable, estaba en una burbuja de luz que había tal paz y felicidad que no podía creerlo. ¡Dios, qué sensación! Parecía estar en el cielo, solo había luz y paz, y pensé: ésto es la felicidad y la paz interior, ésto quiero conseguir… poder estar siempre así, en todo lo que haga, sentir esa sensación.
Para finalizar todas empezaron a chillar y bailar lo más fuerte que podían por orden de Miyo (supongo que para liberar del todo, no lo sé) yo no podía articular palabra ni mover un músculo, no lo necesitaba. Yo continuaba en mi burbuja, no podía ni quería salir, estaba tan en paz, que no me molestaban para nada los gritos de los demás, los oía pero no me afectaban, yo seguía allí, sin poder decir una sola sílaba, no necesitaba decir nada, solo sentía esa enorme felicidad dentro de mí. En ese momento entendí, que se puede encontrar la paz en medio de la tormenta. Que no necesitas estar solo, ni aislarte en unas montañas, o irte al fin del mundo a encontrar el paraíso, para estar bien contigo mismo y sentir esa paz.
Lo que viví no se puede explicar con exactitud, es difícil describirlo. Es como estar en otro mundo. Supe por un ratito lo que es la paz interior y felicidad, eso que la mayoría de gente buscamos durante toda nuestra vida. Supongo que era eso, o algo parecido, porque… en esos momentos…no hay nada malo, ni nadie, no emociones, no apego, ni el antes ni el después, ni, ni… solo tú y el todo, tú y el nada, ese instante lleno de luz y paz en que no te afecta nada, no existe el dolor, el miedo, la angustia , la maldad…
Al salir de la cueva, estaba oscuro y no llevaba linterna, seguía al resto de la gente para encontrar la salida, en un momento del camino una voz en mi interior me decía “coge esa piedra , coge esa piedra” y miraba a mi alrededor, apenas se veía nada, era todo oscuro y no veía casi nada, seguí mirando y entonces la vi: todas eran piedras negras pero esa era blanca muy luminosa y la pude ver sin dificultad, la cogí la metí en una bolsita y me la guardé en el bolsillo y no sé por qué no la volví a mirar más, después sin mirarla la guarde tal como la tenía en la mochila. La verdad, no sabía si realmente era una piedra o un trozo de plástico o un palo, no sentí curiosidad, fue muy raro, solo sentí una gran emoción dentro de mí, y mi corazón latía muy deprisa, sentía el sentimiento tan profundo que me produjo al cogerla, nada más.
Cuando llegué a casa y deshice la mochila, cogí la piedra y la saqué de la bolsa. La sorpresa me puso la piel de gallina: no era blanca, ¡era NEGRA!, llena de moho, triangular, como una pirámide, la olí, y como si fuese una máquina del tiempo, me trasportó a la cueva y reviví todo aquello, el mismo frio, el mismo olor que sentía y tenía en la cueva, ¡DIOS! ¡Era como estar allí, qué pasada! Ese peculiar olor se me metió en la nariz y me llego al alma.

 

SEGUNDO ACTO
El Manantial

Otra experiencia importante para mí fue el baño en el manantial.

Tengo pánico al agua fría y tenía un miedo espantoso a meterme en aquella agua helada y cuando me metí, me dolían tanto las piernas que estuve a punto de salir corriendo y no pasar la prueba, pero la idea de lo que pasaría dentro me atraía demasiado y no podía perdérmelo, así que me concentré, pedí ayuda y vencí el pánico.
Seguí por el pasadizo que era precioso y mágico, ya no sentía el frío y mis piernas se acostumbraron a la temperatura y me pasó la angustia.

En el pasillo encontré unas raíces enormes que venían de arriba, de algún árbol; me agarré a ellas y les pedí que me dieran fuerzas para continuar, pero cuando llegué al final y vi lo que tenía que hacer, me volvió a entrar el miedo; dejé pasar a unas cuantas personas porque no me atrevía, pero no lo pude retrasar más y me tocó.

Te metían toda entera y te mantenían dentro un rato. «Poco ratito», con voz angustiada fue lo que le dije a Miyo, respiré profundo y para dentro, y una vez dentro del agua… todo cambió de repente. Me sentí muy a gusto, sin miedo, sin frío, serena, como si fuera mi hábitat natural, puse (inconscientemente) los brazos para atrás como si volara y me sentí águila volando, en ese instante era un águila, luego mis brazos fueron hacía delante y me sentí delfín, no me faltaba el aire, me sentía como en casa, me hubiera quedado nadando y dando vueltas por el agua todo el día.

Después me agarre a las rocas, me impulsé para fuera jugando y entonces sentí unas manos que me tiraban hacia fuera, ¡que pena! «Con lo bien que me lo estaba pasando», pensé. Al salir, la fontanela me estallaba de dolor; parecía que se salía el cráneo y que tenía la cabeza abierta, el dolor era insoportable, y estaba muy mareada pero no tenía miedo. Miyo puso la mano sobre mi cabeza, me movió el cuello y el dolor se fue calmando hasta que desapareció.

Fue fantástica toda la experiencia. Menos mal que no me la perdí.

 

TERCER ACTO
El Bosque

El primero -el de las hayas- fue alucinante, realmente mágico. Pasé toda la noche en vela sin poder cerrar los ojos un segundo lo que estaba viendo no podía ser cierto: todo el bosque estaba en 3D, parecía estar en el cine viendo “avatar” las ramas eran fluorescentes y cambiaban constantemente, formaban figuras que se movían de un lado a otro, me parecía estar en un mundo encantado, irreal, maravilloso…

Desde luego el sitio en el que estuve fue un asiento VIP de primera fila, que por cierto no lo elegí yo – fue una especie de mariposa nocturna muy grande que se me ponía en el hombro y en la nariz y no dejaba que me moviera, del hombro volaba a una roca y de la roca a mi nariz, y así un montón de rato; cada vez que me daba la vuelta para buscar algún sitio donde ponerme, la mariposa tiraba de mí, me hacía dar la vuelta y me señalaba la roca y volvía a mi nariz, hasta que entendí que quería que me quedara en ese sitio. Cuando me instalé y empecé a mirar, comprendí que era el sitio perfecto y yo tenía que estar allí. Las rocas que se trasformaban en el guardián del lugar iban cambiando; por momentos se convertían el animales, en esfinges, en humanos, según les daba la luz de la luna llena que la tenia justo a mi lado y la fui viendo a medida que iba subiendo, esos reflejos de luz jugaron con las ramas y ¡fue LA LECHE! INEXPLICABLE, INCONTABLE. ¡Qué noche pasé más fantástica! No me levanté cansada, ni con sueño, estaba pletórica y feliz. Cuando vi el bosque de día me enamoró aun más.

La bajada a las entrañas del árbol centenario también fue especial. Superé el miedo y bajé. Cuando oí la posibilidad de que darse a pasar la noche allí dentro quise quedarme yo, pero la inseguridad y el miedo aparecieron de nuevo y la fastidié. Más tarde supe que tenía que haberme quedado y me arrepentí, hubiera hecho un buen trabajo… que quedaba pendiente hasta que se presentará la siguiente ocasión.

Despedida del bosque

Había sido una noche extraña, con muchos cambios, sin encontrar mi lugar, estaba furiosa por no haberme quedado bajo el árbol, tenía todo el interior revuelto. Mientras los demás desayunaban y recogían las cosas para marchar y como no tenía ganas de comer me fui a pasear un poco hacia el bosque. Una fuerza interior me arrastró hacia un árbol centenario que había muy cerca. Este momento todavía no soy capaz de recordarlo sin que aparezcan las lágrimas en mis ojos, no puedo evitar dejar de llorar cada vez que pienso en ello.

Me obligó a sentarme en sus enormes raíces llenas de musgo y vida. De repente siento que me hundo y me fundo en su tronco y entro a formar parte de él y las raíces que eran gordas como brazos, se separaron de la tierra y del tronco y me empezaron a abrazar con tal fuerza y cariño que los sentía parte de mí. ¿Qué me está pasando? -pensé yo-, y arranqué a llorar con un sentimiento muy fuerte que no podía controlar; no quería irme de allí, estaba en casa, en mi casa, esos árboles, ese bosque eran mis hermanos, era mi familia. Yo pertenecía a ese sitio, ellos y yo éramos uno y el amor que yo sentía era más fuente y profundo que el que he sentido nunca por mi familia. Sentía los árboles, me hablaban todos y me decían que eran mis hermanos, que era mi lugar. Fue un momento mágico pero estaba triste porque tenía que dejarlos y no quería marcharme, me hubiese quedado para siempre. No podía dejar de llorar de amor, de tristeza, todo mezclado, estaba llorando a moco tendido y veo a mi lado rozándome la pierna un lagarto grande verde mirándome fijo con la cabeza levantada. Ni me asusté. No podía ni moverme porque estaba petrificada dentro del tronco. Lo miré yo también, era como si lo conociera de siempre, y a pesar de los gritos que yo daba no se asusto ni se fue, se quedó allí conmigo, hasta que me levanté. Después una pluma me cayó del árbol encima del pecho. La guardé con mucho cariño y cuando me fui calmando, oía que teníamos que marcharnos.

Me despedí con todo el dolor de mi corazón, acaricié el tronco y se me quedó un trozo de su piel (corteza) pegado en la palma de mi mano, toma, es como una foto de tu hermano para que la pongan en casa y te acuerdes de nosotros… Y aquí la tengo en casa como las otras fotos, y cuando la cojo y la miro vuelve mi amor y pena de no estar con ellos.

Quizá parezca cursi o tonto, pero es así cómo fue, cómo pasó y como lo viví.

Gracias Miyo por existir y por enseñarme esos lugares tan especiales.

Con cariño,
Lucia

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