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Mensajes desde Liuramae #5 – La muerte en vida


Reflexiones de la Escuela Chrisgaia

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“El secreto del poder y de la magia que te permiten materializar cualquier Intento
está en función de tu dedicación impecable y de tu voluntad para asumir,
sin rastro de duda, que eres capaz de concebir y realizar tales prodigios”

“Soy capaz de reunir todos mis yoes (encarnaciones)
para asumir completamente Yo Soy
Soy capaz de abrirme en silencio amoroso
al descenso de la luz de la Diosa hasta mis células
Soy una bola resplandeciente de luz blanca
capaz de despertar el fuego iluminado de la Kundalini
Soy capaz de vivir conscientemente en los mundos
de la Ensoñación y de Ver la energía”

Miyo

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LA MUERTE EN VIDA

El 2013 es la frontera que nos permite iniciar la sacralización de nuestro sistema solar. Hasta el momento la Tierra no es un planeta sagrado, y una de las causas esenciales es que nadie sabe morir en paz y armonía con la existencia, con su familia y con la vida en general, y esto la envenena sin remedio. Por si fuera poco, se llega al momento de desencarnar sin haber limpiado las emociones negativas del pasado, los rencores ni las envidias, las ansias ni la culpabilidad. De aquí al ser enterrados estas energías intoxicaban a nuestra madre Gaia, de tal manera que nos vimos obligados a cambiar las costumbres para incinerar los cuerpos de los fallecidos (en algunas tradiciones sólo se entierra a los maestros), y disminuir sensiblemente la influencia de una vida des armoniosa y llena de temor sobre la envoltura energética de nuestro planeta. La cultura dominante favorece este caos, y las tensiones, las angustias y el miedo nos acompañan en los momentos  de transición hacia la realidad de la cuarta dimensión o plano astral. Así que una de las primeras conquistas espirituales que se hace imprescindible es mirar a la muerte cara a cara como una ilusión, conectar en vida con otros planos de la existencia, y ser consciente de nuestra realidad multi dimensional. Tenemos que afrontar la muerte como una batalla florida, como un desafío en el que entramos con alegría, con curiosidad y dispuestos a mirar cara a cara la nueva realidad luminosa que se nos presenta delante.

Todos caminamos sobre la senda de los antepasados y, cuando en una cultura evolucionan suficientes personas, se produce una onda de resonancia que extiende la conciencia sobre millones de gentes. Nuestro papel en un cuerpo físico es transformar lo denso en sutil, transformar los conflictos en alianzas, evolucionar emocionalmente hacia el amor incondicional, dejar a un lado el sufrimiento y ser maestros de la energía. En el otro extremo la rutina inconsciente que se vende en los colegios, en los medios de comunicación y en las relaciones sociales, fija la historia personal hasta impedir el menor cambio en el programa establecido. Todo se repite sin remedio, tanto en los vínculos familiares, como en el trabajo, las diversiones y los problemas. De hecho la conciencia poco evolucionada vive en un tiempo circular, estancado, que siempre atraviesa los mismos paisajes, y sólo una crisis de purificación (pérdida de un ser querido, grave enfermedad, separación amorosa, trauma con un miedo intenso) puede romper esa inercia desgastante.

Si no afrontamos la muerte en vida nunca podremos vivir consciente y relajadamente el magnífico proceso que nos permite desencarnar de esta envoltura material con la que nos hemos identificado a lo largo de los años. Primero asumir que, como alma inmortal, hemos pasado cien veces por este sueño de la vida en la Tierra (con diferentes padres, parejas e hijos), y después ser capaces de reconocer (o mejor  de experimentar directamente) que la conciencia que Yo Soy permanece indemne cuando cambiamos de vehículo (sea este triciclo que llamamos cuerpo físico; o la moto que es el cuerpo luminoso de ensueño;  el helicóptero que es una bola de luz o el jet que es un punto de conciencia en el espacio).

 

LA MUERTE COMO ILUMINACIÓN

Siguiendo la estela de la primera carta que os he enviado, la muerte aparece también como el camino mas fácil y natural para reunificar nuestros yoes simultáneos (o anteriores encarnaciones) y poder fundirnos con el Yo soy de quinta dimensión del que emanamos, y que nunca hemos dejado de ser.  Solos no tenemos suficiente fuerza pero, unificando todas las llamadas vidas anteriores, es posible lanzarnos al vacío para dar el salto cuántico necesario. Quizás esta es la razón por la que las antiguas tradiciones afirman que podemos iluminarnos en el momento de la muerte, hayamos vivido como hayamos vivido, si la afrontamos sin temor, con esperanza y conciencia. Al fallecer en la Tierra entramos en contacto con la Clara Luz primordial de nuestro cuerpo luminoso de quinta dimensión, y esta luz que es sabiduría de dios puede resolver virtualmente todos los enigmas e incomprensiones de nuestra breve existencia en el plano humano.

En vez de dejarnos llevar sumisamente hacia el proceso de la matrix que nos ha mantenido esclavizados durante miles de años (muerte/renacimiento),  y ser absorbidos extáticamente por la espiral de luz acompañados del cortejo de seres queridos que nos rodean, tenemos que dejar a un lado la creencia de que necesitamos consuelo y de que ya nos hemos ganado un merecido descanso. El guerrero, hombre o mujer, no se entrega a la indolencia. Firmemente nos ponemos frente a la Clara Luz y la increpamos para que responda todas nuestras cuestiones pendientes sobre la última encarnación y sobre el sentido de la vida, el amor, las dimensiones y la liberación del ser. Es fácil entender que tenemos una dura batalla que librar, en la que lo esencial es mantenernos tranquilos, curiosos y esperanzados ante esa posible liberación espiritual que nos permite el hecho de abandonar nuestro vehículo más denso, y el más condicionado por la mentira de los falsos dioses creadores.

Liberarnos de la matrix es una misión de toda la humanidad en conjunto, nadie puede hacerlo por sí sólo. Necesitábamos esperar al momento oportuno y ya está aquí (la barrera del 2013), siendo imprescindible que la conciencia colectiva tome el mando del cambio de paradigma y de rebelión contra esta esclavitud de la materia, de la guerra, de la enfermedad, de la esclavitud y del temor. Cuando quienes controlaban nuestro destino desde la cuarta dimensión (a la cabeza el Señor Oscuro) lograron crear las condiciones para que al morir todos volviéramos de nuevo a encarnar y seguir con el juego de la ilusión, la matrix quedó sellada y sólo la llegado del fin de la dependencia al término del ciclo planetario, nos permite ahora dar el salto definitivo hacia la libertad, tanto de la Humanidad consciente como de la madre Tierra.

Podemos volver a recuperar la parábola de la oruga en el apartado dedicado al cambio genético. Es necesario morir para poder nacer a una nueva realidad. Lo importante de la oruga es que nos muestra el proceso de la muerte dentro de nuestra dimensión ordinaria, sin desaparecer de nuestro horizonte, o mejor sin que quien ve de manera global no sepa que oruga y mariposa forman una unidad inseparable. Pero para las demás orugas su compañera ha muerto, ha ido al paraíso de las orugas donde le saldrán alas como a los ángeles y vivirá una vida en los altos cielos de la belleza, del viaje del alma y de la expansión de sus sentidos sutiles. Sin embargo es la mariposa la que pone el huevo que se convertirá en oruga y en crisálida, antes de la siguiente generación alcance su destino de mariposa. También tú y yo tenemos que atravesar la etapa del juego social y asumir las contradicciones que la cultura ciudadana y moderna exige de nosotros para convertirnos en un consumidor modelo, en un televidente adicto, en un drogodependiente de las medicinas, en un joven esclavizado por los estudios y la universidad, en un mal amante pero buen padre o madre de familia bien, etc.

Luego la larva se transformará en oruga y comerá vorazmente todo lo que tiene relación con su progreso interno, realizará cursos, experiencias, ceremonias, peregrinajes, meditaciones y acudirá a todo tipo de convocatorias planetarias. Pero todo esto no es suficiente, y en la etapa crisálida comienza a desgarrarse por dentro, hace intensivas de meditación, se va al monte en ayuno de agua y comida para solicitar una visión, se introduce una semana en las cabañas de oscuridad, hace largos peregrinajes, etc. Hasta que finalmente envía energías a sus propias alas, recapitula su vida, ensueña conscientemente, alcanza etapas de silencio, practica el amor sagrado, se funde con la naturaleza… Entonces empieza a desarrollar el Intento, la capacidad para convertir en realidad cualquiera de sus pensamientos por extraños o mágicos que puedan parecer, alimenta su luminosidad y su voluntad, su vida se transforma definitivamente cuando vuela en la libertad del viento, mostrando al mundo sus colores  y su ligereza interna. Después de la disolución de lo cotidiano se vive un proceso de rejuvenecimiento interno y externo, todo cambia sin remedio, y la voz interna te avisa de que ha llegado el momento de tomar el mando de tu propia vida, que tienes que terminar todo lo pendiente para comenzar una nueva etapa, para reencarnar en vida con un nuevo contrato del alma.

 

LA MUERTE COMO DESAFÍO

“Mucha gente desencarnará en estos meses, y a lo largo de los dos próximos años, porque su cuerpo no está preparado para el proceso casi alquímico que tiene que atravesar antes de alcanzar la ascensión física y despertar su código genético dormido o bloqueado. La frecuencia de la Onda que nos envían los hermanos estelares desde el corazón del sol central ha alcanzado su límite y se mantendrá en él durante este tiempo.

Y para todos los que van a partir el único mensaje posible es hacerles comprender que, como todo acto impecable, la muerte exige una conciencia lúcida de la ilusión de la vida en tercera dimensión. Un estado interno de alegría más allá de cualquier angustia por los que se quedan, y una sensación de haber completado el círculo de encarnaciones inconscientes para retornar a la conciencia de quinta dimensión, tanto entre vidas como con el nuevo cuerpo activado genéticamente en el que volverán a encarnar muy pronto sobre la Tierra.

Porque en este juego cósmico que estamos viviendo, la ascensión se producirá en la atmósfera de la Nova Terra, y podremos vivir esa liberación en la realidad cotidiana de cada día, dentro de nuestro cuerpo físico ascendido, que será capaz de comenzar su viaje por las fronteras de la inmortalidad celular”.

(tomado de las conversaciones de Miyo)

 

La llamada vigilia es también un sueño profundo, que sueña no estar soñando, y la muerte tan temida es el mismo sendero de retorno al Otro Yo en el que entramos cada noche a través de sueño ordinario. ¿Para qué vivir una larga longevidad si lo que hacemos no tiene un sentido social y evolutivo? Vivimos como pasmarotes y llenos de rutinas absurdas, así que no nos merece la pena vivir más para seguir perdiendo el tiempo. Un tiempo sin compromiso no fluye naturalmente, es como tener libertad sin expectativas ni interés por nada. La libertad es hija del trabajo bien hecho, del tiempo bien ocupado en crear conciencia. Una vida ociosa y vacía no sirve para nada, excepto para crear residuos tóxicos a nivel psíquico, y lo malo es que muchos se enteran de esto en el lecho de muerte. Se dice que el 75% del tiempo lo dedicamos al pasado (recuerdos, emociones pendientes, problemas repetitivos) y otro 20% al futuro (expectativas, ideales, sueños), pero la lucidez significa ser aquí y ahora. Ser conscientes de lo que nos rodea sin hábitos, rutinas ni automatismos. Y cuanto más estás unido al presente, más fácil es la vuelta al hogar, atravesando lucidamente por la etapa que llamamos muerte.

Según repetimos una y otra vez el retorno a un cuerpo físico en tiempo lineal (en diferentes épocas), nos vamos desprendiendo del miedo a morir y vamos ensayando diferentes maneras de afrontar la muerte, buscando un camino de libertad que nos una a todos los demás yoes que ya he experimentado. En el entreacto entre dos encarnaciones la conciencia permanece más allá de la forma física, sabiendo que antes o después tendremos que desprendernos con una sonrisa no sólo del cuerpo físico, sino también del cuerpo astral y mental. Hasta llegar a la llamada ‘segunda y verdadera muerte’, la muerte de la personalidad separada. Experimentamos con cada cuerpo muchas veces hasta que lo vamos dejando a un lado y seguimos un paso adelante en la siguiente envoltura más sutil. La libertad del ser se produce cuando nos convertimos en un punto de conciencia pura, que irradia amor por toda la creación, sin necesidad de usar ni de habitar cuerpos densos o sutiles como intermediarios con la vida. Es la muerte del nombre y la forma, nama y rupa, y el ego que teme la disolución que siente como el fin de lo que somos, deja de presionar y se disuelve definitivamente.

La muerte es una gran ceremonia sagrada en la que nos reunimos con todas las otras encarnaciones anteriores, que en tiempo de 5ªD aparecen como simultáneas, además de retornar al ser original (Yo Soy) del que emanamos juntas. No es ningún final a la vida, sino que sucede dentro de la vida, como una etapa más del proceso que nos permite agradecer a la existencia por sus múltiples lecciones. El adn es lo que somos, el verdadero nombre estelar de nuestra alma, y cuando rompe su conexión con el cuerpo físico, éste simplemente queda en la Tierra y el alma continúa su viaje. No hay sufrimiento, se cortan los lazos nerviosos entre el cuerpo y el alma, y el proceso de retorno a una conciencia más amplia -angélica y solar- que no está limitada por el cuerpo físico, se hace placenteramente.

La envoltura psíquica queda aquí en la psicosfera del planeta mientras el alma parte de inmediato, y cualquiera puede conectar con ella porque acumula las memorias de la encarnación que acaba de terminar. Por otro lado uniendo el comienzo y el final de esta carta, la existencia de muertes suaves y conscientes (no violentas, rencorosas o llenas de temor) determinan el nivel evolutivo espiritual del planeta y el nivel de conciencia de la humanidad. Al morir reunimos los yoes que yo soy (veinte o cincuenta encarnaciones con las que comparto vida y conciencia) y cada faceta de esta historia crea el cristal del alma, que a su vez se inscribe como una memoria viva en la energía universal. Por eso la batalla no termina al morir en una especie de jubilación playera semejante al paraíso cristiano (una oda a la inconsciencia), sino que el hecho de mantener la conciencia despierta en los mundos sutiles de la experiencia postmortem permite una evolución acelerada y cambia las condiciones de la siguiente vida sobre la Tierra.

Un abrazo,
Miyo

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3 Responses

  1. Pilar

    jejeje…¿Cómo sabe uno si está muerto o está vivo?

    Me han dicho que si me miro al espejo y no veo mi rostro es que estoy muerta, así que ahora mismo me voy a comprobarlo. 😉

    Abrazos.

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