20 de Julio: La Tierra, la humanidad y nosotros mismos

 

Este es el tiempo del gran desafío. Una aventura para crear lo nuevo, lo desconocido, lleno de situaciones imprevisibles y de riesgos inesperados. Una hazaña saturada de peripecias fortuitas y sin control, en la que el camino debe ser abierto paso a paso, a través de la selva inexplorada de la conciencia. Lo que estamos afrontando nunca ha sucedido antes de ahora en el universo de Nebadón y nunca volverá a suceder de la misma manera. Pero por favor, si os animáis a emprender el viaje dejar de considerar que alguien por allí arriba conoce el siguiente paso. No hay nadie a quien acudir, estamos solos en esto. Ni los ángeles ni los dioses conocen que sucederá mañana. Nada será igual que lo sucedido hasta ahora, no hay nada que pueda ser previsto ni planeado. Se trata de avanzar por lo desconocido, no de repetir viejos moldes en desuso. Que suceda lo que tenga que suceder y punto. Sin elecciones, sin temores, sin suposiciones…

El poder más grande que tenemos es el de sostener internamente un enorme conjunto de energías dispares y la capacidad para llevarlas hacia su armonización creativa. Es el poder que llamamos la conciencia crística, llevar a la unidad una lucha de opuestos, es decir la habilidad para transformar la oscuridad en luz. Las energías que se manifiestan como contrarias pueden ser reunificadas en un estado de equilibrio activo, pueden ser aceptadas plenamente abrazándolas a ambas, aunque esto necesite de una buena dosis de valentía y coraje. Así el miedo puede transformarse en confianza y decisión, la tristeza en alegría, la envidia en aceptación amorosa…

Todos sabemos que esta conciencia es propia de lo humano y que ningún otro ser del universo puede desarrollarla: ni animales, ni devas, ni ángeles, ni seres oscuros, ni plantas ni delfines. Toda alma individualizada experimenta la luz y la oscuridad pero sólo el ser humano puede transformar la oscuridad en luz mientras sigue encarnado en la Tierra. Cada ser crea su realidad y tiene un cierto libre albedrío, pero los humanos nacemos con el poder de construir puentes entre las dimensiones, entre las polaridades, entre la vida y la muerte, entre el ego y el corazón despierto. Vinimos a transformar de una vez por todas la oscuridad y a redimir al ego, por eso encarnamos en un cuerpo humano. Decimos que la dedicación es primero la Tierra, luego la humanidad y luego nosotros mismos, pero el efecto de esta dedicación es justo el contrario: primero hemos de sanarnos a nosotros mismos, luego ayudamos a la humanidad a hacer lo mismo a través de nuestro ejemplo, y finalmente ayudamos a la madre Tierra. El lanzarse demasiado fácilmente a ayudar a otros nos atrapa en los vínculos con esas otras personas y nos llegamos a sentir mal y sin fuerzas. Tú no eres responsable del estado mental del otro, cada uno es responsable de sí mismo, de su felicidad o de su desgracia. No hay nada que corregir en los demás, sino sanar las heridas de nuestro propio corazón. Lo malo no está fuera, así que deja de sentirte un revolucionario barato combatiendo sin tregua la maldad. Tienes que reconocer tu propio lado oscuro y comprender el papel de enseñanza que ha jugado en tu vida. No eres culpable de nada, serás siempre inocente, así que deja de pelear contra los molinos y céntrate en ti mismo. Juega, se feliz, vive con alegría, conoce el amor y se quién eres, sin más. Los demás cambiarán en tu presencia y ante tu integridad, pero no luches por ellos.

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