2 de Diciembre: Ángeles para mis treinta y tres
Los reinos angélicos son andróginos y cada ser que habita en ellos es portador de las cualidades y atributos tanto del padre como de la madre divina. A pesar de ello hay preferencias en su manifestación y repetidamente a lo largo de nuestra vida hemos aprendido muchos más nombres masculinos que femeninos en el arsenal arcangélico. Seres que se encargan de las situaciones galácticas, especialmente las de este sistema solar, e incluso de la tierra y la humanidad. Hace eones todo comenzó en el perfecto equilibrio de la irradiación establecida tanto por nuestra madre como por nuestro padre, y ambos fueron compañeros e iguales en el proceso creativo. Lo masculino aportó la conciencia de las semillas de luz y lo femenino las dejó crecer en su útero amoroso.
Este orgasmo cósmico abrió las multidimensiones, expandió las chispas divinas de luz dotadas de conciencia individualizada, y las difundió en el vacío preexistente. En los últimos milenios de nuestra historia todo se centró, salvo algunas gloriosas excepciones, en las cualidades del dios padre (voluntad, serenidad, poder, valor, centramiento, sobriedad y la capacidad para crear lo nuevo) y este exceso ha llenado al mundo contemporáneo de negatividad, de agresión y de ambición. El uso inadecuado de la energía masculina (que todos hemos sufrido de una u otra manera, ya que hemos encarnado tanto en cuerpos masculinos como femeninos) es uno de los temas pendientes que estamos tratando de equilibrar con el reconocimiento de lo femenino y de las cualidades de la diosa: el amor divino, la compasión, la creatividad, la entrega, la búsqueda interna, la magia natural y la conciencia del espíritu.
Sólo añadir que en la antigüedad también la energía femenina dominó al mundo esclavizando y sacrificando a lo masculino, provocando un desequilibrio en el balance armonioso de las energías. Y así seguiremos una y otra vez, basculando entre los extremos, hasta que alcancemos conscientemente el centro del ser. Desde hace unos años, lo femenino está refinando y complementando las energías del creador, mejorando los atributos masculinos ya existentes y dotándolos de sensibilidad amorosa (especialmente desde principios del 2008). La madre María, como resplandeciente arcángel que es, guarda los aspectos de la energía femenina, lo mismo que el arcángel Mikhael guarda los de la energía masculina. A pesar de todo, las enseñanzas espirituales han sido transmitidas en mucha mayor proporción por seres de apariencia masculina que femenina.
Una cascada de nuevas energías de luz llegadas desde el corazón de la creación está bañando nuestro planeta, alcanzando especialmente a las ciudades etéreas, con objeto de preparar el nacimiento de una nueva galaxia dorada. Y todo este flujo está a cargo de la diosa y de sus infinitas aliadas llegadas del universo entero. La madre divina y su séquito han preparado un enorme útero nutrido de amor para esta ocasión. Y por ello están centradas en mantener las elevadas energías de esta matriz capaz de permitir el crecimiento de las partículas diamantinas del creador, las mismas en que vamos a convertirnos los hijos de los hombres. Por eso los maestros son esencialmente masculinos, las diosas están ocupadas manteniendo el proyecto sagrado de la nueva galaxia.
Hoy lo femenino vuelve a ser predominante para recuperar el equilibrio. Por lo demás nunca hay que olvidar que nuestro adn está codificado con la energía del amor y la creatividad por un lado, y con la fortaleza, el poder y la voluntad por otro, herencia de nuestros padres divinos. La diosa irradia la luz y la energía del amor, siempre que le demos permiso para trabajar en nuestro vehículo físico y abramos el centro del corazón a su presencia. Según bajamos por las dimensiones para encarnar en la tierra fuimos separándonos de la conciencia del ser superior, y las informaciones de cada nivel de frecuencia que íbamos dejando atrás se almacenaban en paquetes de luz y fueron protegidos por membranas esperando el momento de su recuperación consciente.
También quedaron aisladas las hebras del adn que contienen la totalidad de quienes somos, así como nuestro origen estelar, nuestro linaje y nuestra herencia divina. Ahora, según avanzamos en niveles de frecuencia, las membranas se han ido disolviendo progresivamente, liberando nuevas hebras del adn y abriendo el camino a estructuras neuronales antes protegidas. Sin dejar caer un velo del olvido sobre nuestras memorias hubiera sido imposible experimentar la materialidad y la limitación, por eso no fue un castigo sino una necesidad.
La ascensión consiste en levantar los velos que oscurecen nuestra conciencia para recuperar nuestra verdadera identidad angélica y nuestra maestría original. Se trata de volver a recuperar el trono perdido (todos somos el príncipe valiente de la epopeya), y reclamar nuestros derechos mientras avanzados por el camino de la iluminación. En cada generación, los niños que van llegando traen más hebras de adn a su disposición, ya que el velo del olvido se está adelgazando, disponiendo de niveles superiores de conciencia en su estructura cerebral. Toda la evolución humana avanza así a un ritmo acelerado que rompe las previsiones evolutivas de los científicos y supera las esperanzas de los videntes.
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