25 de Febrero: Dimensiones pleyadianas


Las dimensiones no son lugares determinados, sino niveles de conciencia que vibran a diferentes frecuencias. Las más densas están habitadas por ciertos seres específicos y las más sutiles por energías sin forma. Pero como no son escalones sucesivos de paso hay mil maneras de explicarlas (en estructuras de siete, diez, doce o trece niveles por ejemplo); por eso es posible que unos sitúen a los arcángeles en onceava dimensión y otros en la sexta. Vamos con la tercera guía dimensional de estos reflejos, en este caso la transmitida por los guías pleyadianos:

El mundo mineral de la primera dimensión no tiene autoconciencia, aunque sí sabiduría acumulada.

El reino vegetal de la segunda dimensión también incluye los planos astrales inferiores carentes de alma, infiernos o bardos, donde habitan ciertas fuerzas elementales con ciertos atisbos de conciencia condicionada.

En el reino físico de la tercera dimensión donde se desarrolla la conciencia humana, se encuentran los planos emocionales o astrales, basados en el tiempo lineal, en la dualidad separativa y abocados a la muerte. Las frecuencias vibratorias están limitadas a nueve mil por segundo.

En la cuarta dimensión todo se mueve a través de los sentimientos y se estructura en el juego de la luz y la oscuridad. Están las ciudades etéricas (nueve a doce mil ciclos por segundo) se vive la primera etapa de la ascensión y la conciencia crística. Desde aquí trabajan muchos ángeles, maestros y guías internos de dimensiones más altas para que los humanos vayan más allá de la cárcel de las tres dimensiones, pero también están presentes las fuerzas astrales oscuras que les incitan a la negatividad de las pesadillas, del dolor y del miedo, a las drogodependencias y que movilizan las fuerzas reprimidas de la sombra personal. Según se eleva la vibración de nuestro pensamiento y abrazamos las partes inconscientes de nuestra sombra, vamos elevándonos a las partes superiores del astral y quedamos fuera del control de los seres de la oscuridad.

En la quinta dimensión sigue la dualidad atenuada que hemos conocido. Nuestro cuerpo es más etéreo y puede cambiar de forma a voluntad. Muchos guías personales, maestros ascendidos y ángeles guardianes viven aquí, junto con los devas, y están fuera de las vibraciones por segundo, aunque pueden actuar con libertad en el esquema del espacio-tiempo. De aquí vienen las experiencias crísticas y búdicas de la conciencia superior, las meditaciones profundas, los sueños de volar, las ensoñaciones conscientes y las enseñanzas internas. Los señores de la magia negra y del control viven también aquí como hechiceros, brujos oscuros y gobernantes de los planes astrales inferiores. Cualquiera que desarrolle sus poderes psíquicos sin abrir su corazón al espíritu tiene este plano como límite de su evolución.

La sexta dimensión es el mundo de la luz, de los arcángeles y del consejo superior de ancianos del sistema solar, así como de la conciencia colectiva. Un alma puede dividirse en otras varias que sirven al mismo espíritu y la conciencia grupal se amplía. Los seres existen en formas geométricas en este plano aunque pueden encarnar en un cuerpo humano cuando lo deseen, para servir a algún propósito divino. La música, los números, las órbitas planetarias, la forma geométrica, el color, son las fuerzas que interactúan aquí. La comunicación entre dos seres se realiza por fusión de sus campos de energía y conciencia, hasta que cada uno se unifica con el otro y compara las diferentes percepciones, hasta que llega a conocer al otro sin convertirse en él.

La séptima dimensión es la del sonido espiritual y de la armonía colectiva, está más allá de las formas. Las diferencias entre dos personas se crean con el sonido, al que se une también el color y el movimiento, y así se comunican, mezclando sonidos y colores hasta que ambas conciencias se comprenden mutuamente. Aquí la conciencia colectiva es con otras almas y no con las emanaciones de uno mismo. Los seres convierten toda experiencia en sonido puro y en flujo de energías, y las familias de almas se experimentan como un mismo ser sin dejar su individualidad a un lado.

La octava dimensión está habitada por seres que existen como autoconciencias que desprenden color, luz y movimiento. No hay prácticamente diferencias entre uno mismo y el otro, y por eso no es necesaria la comunicación. Viven en una atmósfera de amor y de unión, y a falta de sonido es el reino del vacío, donde podemos experimentar la esencia y la conciencia pura en la paz del corazón.

La novena dimensión es el último lugar de la conciencia separada del todo lo que es. Sólo hay una enorme columna de luz pura con distintos niveles de intensidad, que emana colores hacia la octava dimensión. Es la morada del arcángel metatrón, donde sobreviven los cristales etéricos, el último lugar donde puede llegar la conciencia humana sin vaporizarse el cuerpo.

Finalmente la décima dimensión de la que sólo se puede decir que las familias primigenias de super almas están inmersas en una conciencia única sin conciencia del ser individual. Y eso sigue hasta llegar a la treceava dimensión que refleja la total unidad y plenitud de dios como todo lo que es, sin fisuras ni cualidades de distinción o separación.

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3 Responses

  1. ¿el fin de cada ser humano es pasar por todas las dimensiones en cada reencarnación o se necesitan muchas vidas para pasar de una a otra?. Un abrazo desde el corazón. Elena

  2. Nekane

    Gracias,desde mi corazón, por éstas explicaciones y por tus escritos diarios que me ayudan a discernir tánta información que llega en éstos momentos de confusión.

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