1 de Diciembre: Sobre el canto de armónicos
En el chamanismo indígena se ha utilizado siempre el canto para entrar en trance, sanar, conectar con los elementales de la naturaleza o salir del cuerpo. Todas las culturas autóctonas creían en el poder del sonido como fuerza creadora, el verbo bíblico o el aum del hinduismo. Incluso la ciencia reconoce hoy en día que el movimiento de los electrones alrededor del núcleo del átomo produce su propio sonido. De hecho su distancia respecto a ese mismo núcleo es semejante proporcionalmente a la que mantiene la Tierra alrededor del Sol, así que lo que parece sólido es un conjunto de campos electromagnéticos resonantes con mucho vacío en medio. El sonido o la vibración estructuran la materia y hasta nuestro cuerpo emite su nota esencial. Cuando se aplica sonido a virutas de acero se crean formas organizadas bajo patrones complejos, que podemos comparar a mandalas simétricos. Incluso los chakras y el aura vibran a una cierta frecuencia determinada. Lo importante es que cualquier sonido modificará la estructura interna del cuerpo y de sus campos electromagnéticos, pudiendo producir una verdadera sanación cuando los sonidos son enfocados correctamente bajo las leyes de la resonancia. Todo desarreglo es una falta de armonía con la totalidad del cuerpo o con el entorno, por tanto si a través de sonidos curativos recuperamos esa armonía perdida, la salud retornará. Además las emociones negativas crean patrones cristalizados de distorsión, que constituyen las causas profundas detrás de cualquier enfermedad.
Lo importante es que estos engramas alterados pueden ser disueltos antes de que afecten a los órganos y aquí el chamanismo es maestro en como emprender el camino de la sanación, a través de sonidos bucales y de instrumentos tradicionales (sonajas, caracolas, tambores, didgeridus…). A la intuición del sonido apropiado, hay que unir una poderosa intención, para encauzar con ella la energía disponible. El canto de armónicos ha sido una de estas técnicas milenarias. Comenzó en Asia (Mongolia, Tuva, Tíbet, Suráfrica…) y se basa en la capacidad de una persona para producir y armonizar hasta tres o cuatro sonidos simultáneamente, a través de los resonadores del vientre, pecho y cráneo. Los tibetanos y mongoles son maestros de estas técnicas y con todos esos sonidos crean una onda poderosa de vibración de alta frecuencia que actúa en varios niveles (los bajos en el físico y los armónicos en los cuerpos sutiles) liberando las cristalizaciones patógenas del aura y evitando así que se somaticen ciertas alteraciones.
La voz es el instrumento más poderoso, y es fácil unirle la intención sanadora para comenzar a vibrar más rápidamente a nivel celular. Esto aligera las células disolviendo lo negativo que se ha acumulado en ellas. El canto puede hacerse sin preparación previa; no es necesario estar enfermo para ser transformado por la elevación de frecuencias del canto armónico; es fácil liberar el estrés, la ansiedad, la depresión, las continuas distracciones mentales, mejorar la visión y la creatividad; podemos liberar los senos frontales de inflamaciones; facilitar la entrada en meditación profunda; realizar una limpieza de chakras y del aura; e incluso abrirnos a los sentidos sutiles y a la conciencia superior.
Cuando se cantan dos o más notas musicales al mismo tiempo parece que estemos tocando varias flautas en octavas diferentes, produciendo grandes cambios energéticos y de conciencia en nuestro ser. En Asia se imitan las tormentas y el viento, la lluvia y los animales, los pájaros y el agua corriente. E incluso se conecta con las fuerzas elementales de la naturaleza. En Tíbet se cantan los sutras con una voz muy grave para producir este mismo efecto sanador y de limpieza.
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