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El yo y el Otro Yo

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El yo y el Otro Yo Este mundo en el que vivimos (el Tonal del yo) es una proyección del ser que somos en el Ensueño y en el silencio (el Nagual del Otro Yo). Es decir que somos soñados más que soñadores, que lo sutil (la 4ª y 5ªD) influye sobre lo más denso (3ª y 4ªD), y que aquí están las preguntas y allí las respuestas frente a cualquier cuestión que nos planteemos en la vida. Entre los dos mundos hay una barrera de fuego que podemos llamar el Muro de niebla. El yo se encuentra a esta lado de la barrera, donde prevalece la mente implantada por seres foráneos que controlan nuestra vida (llena de miedo y de agresividad) y que son predadores de nuestra energía (el brillo de la Conciencia). Cualquier energía que proyectemos mentalmente dando poder a un ser externo al Yo Soy (dioses, maestros ascendidos, ángeles, vírgenes, gurús, artistas o deportistas) alimenta a estas entidades que nos fagocitan, hasta el punto de que acabamos siendo como ganado al que reúnen en grandes ciudades para sacrificarlo en sus fiestas privadas. Por ello nada real puede suceder en nuestra vida interna mientras no hayamos silenciado la mente ordinaria…. El Otro Yo es lo que eres cuando atraviesas la barrera. Se encuentra al final del Túnel de Eternidad o del Ojo de Shiva, la corona de santidad de las religiones. No es otro yo, sino aquello luminoso en lo que se convierte el yo al pasar al Otro lado del espejo. Aquí eres el yo, allí eres el Otro Yo, pero no existe nada como aquí y allí, tan solo la simultaneidad del ahora, el instante sin tiempo. Ese Gemelo precioso o Doble luminoso conoce todas las soluciones, pero tu solo coleccionas interrogantes y te cuestionas cada pequeña cosa que sucede en tu vida. A pesar de esto, la continuidad de la Conciencia se mantiene, ella es el yo y el Otro Yo, y más aún. Allí la Palabra/pensamiento es poder y se cumple siempre de forma inmediata (flotar, comprender, atravesar el tiempo y el espacio, amar, aunque sin excluir todos los aspectos negativos que puedas imaginar). Tu temor crea un fantasma o un enemigo en un nanosegundo, sientes dolor o te angustias en cuando se levanta una pequeña duda sobre tu identidad divina. Y es un mundo rebosante de Sentimiento. Tanto que los hombres en sus sueños (lo masculino abre la puerta de las diferentes dimensiones) temen esa frecuencia emocional y se agitan mucho (a nivel cardíaco por ejemplo), experimentando la nostalgia, la tristeza o la fusión con todo como un peligro a su integridad. Mientras que las mujeres (lo femenino ha de seguir a lo masculino) una vez que están dentro lo viven con mucha conciencia y se mantienen en ese estado con mucha más tranquilidad. Es necesario que seas capaz de crear una Conciencia Testigo (el Observador no implicado) que te mantenga fuera de la identificación con los objetos, personas y situaciones de la vida diaria (que logres salir del yo ordinario y de la mente parásita). Pero también has de conseguir mantenerte como Testigo ante la manifestación inconsciente de los sueños (en el permanente flujo de cambio del nagual), y ser capaz rastrearlos sin ser arrastrado por ellos. Es así como lograrás ser libre de las dos atenciones, ambas complementarias y parciales, para alcanzar la totalidad del Ser. Sin la experiencia del Otro Yo siempre serás un muñeco en manos de los que conducen la matrix holográmica en la que vives.

Miyo (extracto de un texto antiguo)

2 Responses

  1. marcelo

    ¿Podemos ser testigo o «sentidores» si es posible la palabra, de sentimientos ajenos?, suele sucederme de ir tranquilo caminando y sentir angustia o temor cuando realmente no tengo ningún motivo (aparente) para ello, de hecho me sentía bien un instante antes y un instante despues se pasa.
    Gracias

  2. Gracias por ese texto antiguo.

    Es cierto que como hombre me asusta esa alta vibración, y no me faltan momentos en los que temo que la fusión con la Unidad me haga perder la identidad. El Yo externo es poderoso y para debilitarlo solo puedo recurrir a la humildad y la confianza.

    Muchos hombres vivimos atrapados en un paradigma tóxico de nuestra masculinidad. Romper ese patrón es muy difícil porque si dejamos de tener miedo, o de ser agresivos en la competición, o de adorar a Messi, creemos que también dejamos de ser hombres, o por lo menos dejamos de ser masculinos.

    Me gusta leer que lo masculino es lo que abre la puerta a nuevas dimensiones, y una vez dentro lo femenino las conquista.

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